sábado, 27 de agosto de 2011

La noche del parto

Era un día viernes de diciembre, yo vivía sola en un departamento que había arrendado en Ñuñoa luego de que él y su familia me echaran de la casa que compartíamos cuando quedé embarazada.

Estaba en el supermercado y comenzaron las contracciones. Llegué a mi casa, intenté guardar la mercadería pero las fuerzas no me dieron. Se me habían concentrado las energías en otra cosa: mi misión de tener la guagua.

Llamé por teléfono a mis familiares y amigos más cercanos, y así fue como dentro de la primera hora ya habían 5 personas acompañándome.

Mi amigo, quien fue testigo en la audiencia del lunes, decidió llamar al padre de mi hija para avisarle. Él había dicho que quería participar de todo lo que tuviera relación con su hija, sin embargo contestó: "Gracias por avisar weón, voy a llegar como en 4 horas más cuando termine de hacer el cambio de aceite, la alineación y el afinamiento de la camioneta..."

Yo no me extrañé. ¡Para nada! Era obvio... Siempre ha pensado en sus cosas primero.

Llegó antes de 4 horas eso sí y quiso tomar el rol de SuperMan y llevarme a la Clínica cuando ya estaba bien avanzado el proceso.

Fuimos en mi jeep. El manejaba, iba con Max, su perro, nuestro ex perro (QEPD). El auto estaba limpio, impecable, para que si llegaba este momento, la guagua regresara a casa con todo lo más higiénico posible.

En la Clínica me acompañó en mi trabajo de parto mi familia cercana alternadamente. Me tocó una salita bien chica. Afuera habían dos bandos. Los de mi lado, y los del lado del padre. Los mismos que me habían echado de la casa hacía 5 meses.

En mi corazón sólo albergaba la idea de unión, aunque fuera falsa. Sentía que mi hija merecía llegar en medio de todos los que deberían quererla aunque estuvieran disociados. Firmé el cheque en garantía y me entregué al proceso.

Nació mi hija por parto natural a las 2 am del sábado y él estuvo ahí para instalar la cámara de video y poner su música ambiente. Tomó la guagua y la llevó a una ventana para que todo su familión la vea y la fotografiaran. Dijeron que era igual a él al nacer.

Me entregó la guagua y se fue inmediatamente a celebrar con sus amigos, pero en MI AUTO!

A eso de las 2 de la tarde del día siguiente, llegó a la clínica todo carreteado a ver a esa hija que hoy pelea tanto. Llevaba una flor de peluche con música de Titanic.

Al segundo día, me subo al jeep para volver a casa y estaba lleno de colillas de cigarro y latas de cerveza vacías producto del carrete de la noche del parto.

"Estaba celebrando poh weón. No se es papá todos los días" - me dijo.

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