Y así es como cuatro años después de otra grande nevazón en Santiago, estoy nuevamente buscando refugio. Ya no con mi hija en mi guata, sino de la mano. Ella tiene 3 años y poco y desde su primer día he tenido que esconderme con ella cada vez que la violencia nos acecha.He tratado de darle un entorno de paz, pero así como la llevo a ver la nieve, debo subir una gran maleta a mi auto para -con perro y todo- partir en busca de asilo.
No deseo vivir la escena anunciada en tribunales en la que entra carabineros a mi casa por la fuerza, con el derecho que una orden de descerrajamiento y allanamiento les otorga, y me llevan en un carro policial al Centro de Orientación Femenina, mientras a mi hija la separan de mi y se la llevan a casa de su padre.
JAMÁS LE HE PROHIBIDO A ÉL VER A SU HIJA. SÓLO NO QUIERO QUE SE LA LLEVE A DORMIR FUERA.
Toda vez que se ha ido ella con él, ella ha sufrido con las conductas dañinas de su papá, ha sido golpeada, obligada a darse baños de tina con él, ha debido compartir cama con él y su pareja actual y ha sido capaz, a los dos años y ocho meses, de relatarme situaciones sexuales que no tendría por qué conocer.
No quiero que a mi hija la hagan pasar por esto, no quiero que la encierren en el baño, no quiero que la golpeen, no quiero que la encierren en el auto hasta el punto de no poder seguir controlando esfínteres, no quiero que la obliguen a perrear con el primo como ha sido desde que tenía un año.
Él prefirió no visitarla en un año con tal de enviarme presa. Y hoy me acusa de lo que fue el resultado de su orgullo, ira y venganza por tratar de resguardar la integridad de mi hija.
Este blog es anónimo porque me da vergüenza que se sepa que estoy metida en este lío tan decadente. Pero no puedo seguir callada.
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